Esta emoción es denominada como emoción neutra la cual se activa o aparece ante una situación novedosa e inesperada, desapareciendo rápidamente para ser reemplazada enseguida por otras emociones.
Como todas las demás, la emoción de sorpresa produce igualmente reacciones en nuestro rostro (como el asco, el enfado, la tristeza o la alegría): nuestras cejas se arquean y elevan, nuestra piel se estira, los párpados se abren y la mandíbula desciende. Todos nos podemos imaginar la cara de alguien sorprendido en estos momentos ¿verdad? Porque ese alguien “¡se ha quedado con la boca abierta!”.
La emoción de sorpresa favorece la focalización de la atención y la activación de la memoria de trabajo (WM siglas en inglés), beneficiando al sistema en el proceso de adquisición de la información, con lo que participa del proceso de aprendizaje asociado a los sucesos que la han causado.
Por lo tanto, esta emoción es adaptativa porque facilita el aprendizaje y memorización de lo que está ocurriendo, lo insólito que interrumpe sin avisar en lo rutinario y habitual de nuestro día a día.
En conclusión, la sorpresa refuerza y modifica el proceso de aprendizaje. Este dato lo estamos teniendo en cuenta en el ámbito de la enseñanza y la psicoeducación esperando prometedores resultados. La tendencia actual se está centrando en combinar los contenidos y aspectos del aprendizaje que se desean enseñar con la realización de alguna actividad/tarea novedosa no relacionada con el contenido anterior un tiempo antes/después de la presentación del mismo. Los resultados de los estudios realizados a este respecto muestran que los sujetos que hacían la actividad sorpresa retenían hasta un 60% más del contenido objeto de aprendizaje que el resto de individuos que no participaban de la actividad novedosa.
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