Detectar un cuadro de ansiedad en población infantil puede ser una tarea difícil, ya que los síntomas y las manifestaciones del mismo difieren mucho de los de la población adulta.
ANSIEDAD ¿QUÉ ES?
La ansiedad, entendida como estado, se caracteriza por una sensación continuada de falta de control sobre posibles amenazas en un futuro, ya sea un peligro físico o cualquier otro tipo de evento potencialmente negativo. Todo ello acompañado de un fuerte componente fisiológico que se caracteriza por una hiperactivación física (temblores, tics, etc.) y un estado de tensión crónico en el sujeto que la está padeciendo. Dicho de otro modo, la persona se encuentra en un estado permanente de hipervigilancia, es decir, se encuentra en ese estado de alarma que le permite estar listo/a para enfrentarse a aquellos eventos considerados potencialmente negativos para la propia supervivencia.
Es comprensible pues, que los niños y los adolescentes que experimentan de este modo la ansiedad, manifiesten sus síntomas de maneras muy variadas.
Curva de ansiedad
Para entender por qué y cómo se mantiene el cuadro de ansiedad, os presentamos una explicación muy visual.

Este gráfico representa la respuesta a un estímulo que produce miedo y ansiedad. Cuanto más tiempo pasamos enfrentándonos a ese estímulo negativo, mayor es la respuesta de ansiedad que emitimos. Y ésta la experimentamos en forma de sudoración, temblores, palpitaciones, dolor de cabeza, dolor de tripa, náuseas, ausencia de apetito/apetito voraz e insaciable, etc. junto a los indeseados pero imparables pensamientos negativos automáticos.
SÍNTOMAS DE ANSIEDAD DESPROPORCIONADA Y NO ADAPTATIVA:
A continuación, se presenta una tabla donde se especifican los síntomas más comunes de ansiedad infantil.

Adaptado del Manual de psicología clínica infantil de la editorial Biblioteca Nueva.
Sin embargo, como vemos en la imagen, llega un momento que el cuerpo no puede mantener ese estado de ansiedad de forma prolongada en el tiempo, y la curva empieza a descender, porque se comprueba con la propia experiencia que no existe tal peligro que creíamos real, el cual amenazaba nuestra integridad y supervivencia.
Como cabe esperar, recorrer toda esta curva de ansiedad no es tarea fácil. Quien lo sufre, se enfrenta a sensaciones y pensamientos nada agradables y la respuesta más común es "escapar" de ello porque resulta insoportable (o eso creemos).
Pero, ¿Qué pasa cuando escapamos?
Cuando escapamos de esta curva de ansiedad antes de completar todo el recorrido, obtenemos alivio instantáneo y la desaparición de esas sensaciones desagradables. Pero a la vez, ese alivio actúa de refuerzo para seguir evitando la situación o el estímulo potencialmente negativo: estamos sin desearlo provocando que nuestra ansiedad aumente.
Como vemos en el gráfico de la Curva de la Ansiedad, cada vez que nos enfrentemos al estímulo desagradable, vamos a querer escapar antes, por lo que esa hipervigilancia que comentábamos anteriormente, va a aumentar gradualmente.
Si en la primera imagen nos enfrentábamos a palpitaciones, temblores, sudores, pensamientos de ansiedad, y conseguíamos escapar, en la última imagen sólo ha hecho falta sentir esas palpitaciones para huir de la situación, porque ya sabemos lo que viene después.
Esto hace que cada vez que pensemos en ello o que simplemente imaginemos ese estímulo o situación desagradable, que nos provoca tanto miedo, nos causará palpitaciones y querremos huir de esa temida situación que todavía no se ha producido, aumentando y manteniendo esa ansiedad.
Hasta aquí nuestra entrada de hoy.
Esperamos que os haya resultado de utilidad.
Continuará...
Referencias:
Bermúdez Sánchez, A. M., & Paz Bermúdez, M. (2010). Manual de psicología clínica infantil. Madrid: Biblioteca Nueva. Madrid: Biblioteca Nueva.
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