Seguro que en algún momento te has podido sentir así, ya sea en el trabajo, con una
pareja, en la familia u otra situación.
Durante los años 70, Martin Seligman desarrolló una interesante teoría, la de la
indefensión aprendida. En un principio sirvió para explicar el comportamiento animal, pero posteriormente se mostró con gran capacidad explicativa para un número importante de fenómenos humanos.
Seligman descubrió que, tras someter a un animal a descargas eléctricas sin posibilidad
de escapar de ellas, dicho animal no emitía ya ninguna respuesta evasiva aunque, por
ejemplo, la jaula hubiese quedado abierta. Al entender que hiciera lo que hiciera no iba a poder escapara, el animal había aprendido a sentirse indefenso y a no luchar contra ello.
Eso le llevaba a no intentar ningún tipo de acción ni conducta de afrontamiento.
En humanos, esta sensación subjetiva de indefensión normalmente aparece tras
experiencias previas en las que no se pudo controlar o actuar sobre la situación, donde
“aprendimos” que nada podía hacerse. Esto nos lleva a que, aunque en el futuro la
situación o condiciones cambien, y sí haya oportunidades de actuar o cambiar las cosas,
nuestra creencia de no poder hacer nada nos mantendrá inmóviles.
Seguro que estamos familiarizad@s con frases del estilo de “no se te dan bien las
matemáticas”, “el deporte no es lo tuyo”, “todas las relaciones que tienes las acabas
estropeando”, etc. Estas valoraciones las vamos interiorizando hasta el punto de que las
creemos como algo estable y que forma parte de nosotros. De esta manera, puede que
dejemos de intentarlo porque “sabemos su resultado”:
- “Descarto hacer esa carrera porque tiene muchas asignaturas de matemáticas, aunque
desde pequeño es lo que soñaba hacer”.
- “Me gustaría intentar ese deporte pero todos sabemos que soy muy torpe”.
- “Quiere que lo intentemos pero prefiero no volver a quedar porque ya sé como acaban
mis relaciones”.
¿Qué hacer entonces? En terapia trabajamos para tratar de “desaprender”, de
exponernos a la situación que nos produce esa sensación de indefensión y tratar de ver
qué puedo hacer diferente y observar su resultado. Para ello, hay que detectar cuáles son esas creencias y valoraciones limitantes y someterlas a prueba, así como observar como “nos hablamos” y que cosas asumimos como verdad sobre nuestras capacidades.
Merece la pena intentarlo ya que:
- Nuestra capacidad suele ser mayor de lo que inicialmente podemos creer y
- Aunque la situación final no cambie, sí puedo trabajar para cambiar mi forma de
sentirme ante ella.
Comments